Chuky
España es el país de Europa que más abandona a sus mascotas; casi 400 “animales” se abandonan al día.
Yo fui un perro feliz, muy feliz, Dios me confirió para mí, el destino de disfrutar de una vida llena de bienestar, tranquilidad y placidez, con una de esas familias que me dieron todo lo que un animal puede desear, todo el cariño que exhalaban y les fue posible, me lo otorgaron.
Yo tuve una vida plena y radiante y una muerte digna.
Gracias familia, pues no os puedo llamar “amitos”
Esta fué mi vida y esta es mi historia:
Chuky
Me la contó en 1´- 24” en un mensaje de wasap y eso no me valía, decidí investigar y charlar con su papá humano como el mismo se definía y yo le llamé desde ese mismo instante.
Tu historia es simplemente bella, hay millones así,pero esta especialmente me ha impactado, estoy emocionado.
¿Se la puedo contar a Willy?
-Claro, hazlo.
-Chuky sería feliz contigo, seguro.
El me respondió; Lo fue, por lo menos, hice todo lo que yo creía que a él le hubiera gustado, fue un perro henchido de amor y colmado de armonía.
-Nada más verlo; pensé que, este perrito era el más bonito del mundo. Mis hijos y yo nos quedamos observándolo y desde ese primer instante. César y Lucía, deseamos compartir nuestras vidas con él.
-Era un día desprendido, generoso y munífico de verano y ese día nos enamoramos dos veces; del perro de los ojos selectos y del día tan espléndido.
El sol era simple y esplendorosamente bello. Por la granja pululaban, gallinas, vacas, ovejas y naturalmente no faltaban las avispas diarias que por aquella época retozaban por sus lugares preferidos.
Mis hijos jugaban a “destajo”, con una goma de agua y allí, claro, se desplazaron nuestras avispas preferidas.
Mi hijo no olvidará nunca aquel día, todavía le queda algún pequeño recuerdo de sus “amadas amigas”.
El día con nuestros amigos seminaristas estaba siendo perfecto.
Y apareció un perrito samoyedo, que al parecer le habían regalado a un seminarista, en agradecimiento a alguna obra buena, según nos comentó; él fue a calmar el llanto de mi hijo por las muchas picaduras que le habían marcado y enrojecido sus brazos.
Él le calmó su dolor, le cambió el llanto por una sonrisa.
Llegó la hora de marcharnos, mis hijos no deseaban separarse de su nuevo amigo.
Le pedimos que si podíamos de vez en cuando visitar al samoyedo, mis hijos se habían encariñado con él y les gustaría verlo.
El perro come mucho, a nosotros apenas nos llega, el devora todo lo que ve, os lo dejamos si naturalmente os comprometéis a cuidarlo, aquí recibe mucho cariño, si le dais el mismo y bien de comer os lo podéis llevar, pero traerlo aquí de vez en cuando, deseamos seguir en contacto con él.
Que felicidad más grande, nuestras caras se iluminaron desde aquel mismo instante.
Y Chuky que así se llamaba, no le cambiamos el nombre, nos acompañó a casa.
Como cachorro, este era todo energía, el tiempo que había residido en el seminario el jardín era su territorio “salvaje”, y así se comportaba, él era todo juventud y “brutalidad”. Chuky tenía un gran carácter.
Ni los niños, ni marido, ni yo podíamos con él, no conseguíamos educarlo, o no sabíamos.
El jardín lo destrozo en pocos días y naturalmente el perro crecía y con él, su alegría y alborozo para mis peques
Mi marido se hartó, nunca le había gustado el perro.
-¡El perro fuera¡ le escuche un día.
Mis hijos adoraban a Chuky, pero entendí que no podía pasar tanto tiempo solo, o lo encerrábamos, o adiós jardín, y posiblemente mi matrimonio.
.Y tome una decisión; el perro debería seguir muy cerca de mis hijos, de mí.
Y creí tener la solución; mi hermano es un enamorado de los “animales”; Le enseñará a ser disciplinado y correcto.
Pero existía un problema; tenía un jardín precioso y atiborrado de plantas, a cual más bella, todos los días se pasaba varias horas en el mismo mimándolo.
-Llame a mi hermano y a la que entonces era su novia; todavía no conocían a Chuky; nada más verlo, se enamoraron y lo adoptaron, con la condición, que si algún día deseaba volver a tener a Chuky él me lo “devolvería”.
Y acerté, el perro era feliz, nosotros le visitábamos cuando queríamos, mi hermano lo educó, le “impuso” una disciplina, que nosotros nunca habríamos sabido darle, lo trataba como a un hijo de cuatro patas.
-Demasiado mimado lo tienes, le decía.
-Es mi niño me respondía.
-En casa de mi hermano era todo alegría, y nosotros cuando lo visitábamos esta se expandía, el jardín lo conservaba intacto tan precioso como cuando llego el perro.
¿Cómo lo has conseguido?, le pregunte.
Fácil, ellos son inteligentísimos, sólo hace falta dedicarle tiempo y cariño, lo demás lo ponen ellos.
Y así transcurrían los meses llenos de alegría, hasta que un día mi hermano observo que el perro se rascaba a veces muy obsesivamente los ojos, parece que tenía algo en ellos. Chuky, lloraba, estaba triste.
Sólo tenía dos años.
En la visita a su veterinario de Toledo este lo derivo a Madrid; mejor un especialista allí, un ojo no pinta bien, le dijo, parece un glaucoma.
Y era un glaucoma sin solución.
El tratamiento que le prescribieron no pudo hacer nada por salvarle el ojo dañado, se lo tuvieron que extirpar.
Mi hermano optó por “copiar” un ojo idéntico de cristal al que le extirparon; mismo color, misma alegría para su Chuky, pensó.
La pena se adueñó de mi hermano y su mujer, pero a la vez una gran alegría; Chuky ya no tendría dolores, por eso se decidieron a la operación y al ojo de cristal; Chuky era como el hijo que no tenían, un hijo; su hijo de cuatro patas.
Felices de nuevo los tres, pero esta alegría duró poco tiempo, al cabo de unos meses Chuky volvió de nuevo a rascarse, pero esta vez el ojo sano.
Asustados, pues el veterinario nos exhortó a vigilarlo, pero que todo estaba perfecto y que sería difícil que se volviera a reproducir en su otro ojo; no fue así.
Otra vez lo mismo; glaucoma en el ojo sano y el mismo diagnostico; extirpar.
El veterinario nos demostró en cada momento su gran humanidad, pero al mismo tiempo fue realista y sincero.
Esta raza de perros, nos comentó, debido a su carácter de samoyedo, tendrá una vida triste lo mejor sería sacrificarlo, sin ojos; ciego, muy difícil todo para él, y para Vds.
Mis hermanos, fuertes, enérgicos, esforzados, llenos de juventud, se negaron tajantemente a ello.
Soy cristiano, le dijeron al veterinario, Dios no nos ha dado hijos, parece ser que mi mujer tiene algo y no puede quedarse embarazada, Chuky hasta ahora era nuestro hijo, lo seguirá siendo aunque este ciego, morirá cuando Dios lo disponga, no los hombres.
Y Chuky ya sin sus ojos viajo a su casa de siempre, a seguir disfrutando a nuestro lado..
Y Chuky se encontró con el primer problema; chocaba con todos y cada uno de los muebles.
Y cada árbol, cada planta de mi precioso y cuidado y a veces salvaje jardín era otro obstáculo más para él.
Y tampoco nos atrevíamos a sacarlo a la calle.
Grandes problemas, grandes soluciones, pensamos; dicho y hecho.
Adaptamos la casa para Chuky y naturalmente, fuera mi precioso jardín, adiós árboles, cualquier impedimento que se pudiese interponer entre Chuky y su felicidad, desapareció.
Solé mi maravilloso jardín, excepto alguna planta al lado de la tapia, algún que otro rosal.
Al poco tiempo de cortar prácticamente todas las plantas y árboles de mi jardín, sucedió que volvió a renacer un rosal, parece ser que no quite bien la raíz, lo intente quitar de nuevo para evitar que Chuky se pinchara y cada vez que lo intentaba parece ser que este me veía y me lo impedía; opte por dejar que el rosal creciese.
Era su lugar preferido para sus dormilonas, a la sombra de este rosal de rosas azules.
Nuestras amistades nos comentaban, que el salón parecía una pista de baile, ningún obstáculo en el centro.
Al cabo de pocos días, el perro nos pedía su vida normal y comenzamos con paseos diarios, con correa corta, por los mismos lugares que él estaba acostumbrado y poco a poco, más bien deprisa que despacio, parece que fue potenciando sus otros sentidos.
Alguna que otra vez salíamos al campo cercano con él; conejo que olía, conejo que le retaba a correr, quien no lo conociese no hubiese dudado nunca que era completamente ciego, todo era instinto y olfato.
Al poco tiempo de volver Chuky; mi mujer quedó embarazada.
Enorme sorpresa y alegría, nunca, jamás lo hubiésemos esperado
Dios nos obsequió con la hija más maravillosa del mundo, Alba, una hija a la que Chuky cuidaría como su bebé, jamás la haría daño, la lamía, la acompañaba, era su guardián de noche y de día; para él, ella era sus ojos y para ella, Chuky era su mundo.
Y Dios decidió que mi Chuky cumpliese más de 14 años y que a esa edad se marchase a un mundo de fuera, a un mundo de libertad e inexistencia de dolor, mi Chuky nos dejó hace un año. Chuky cruzó el arco iris y allí nos estará esperando.
Imposible: El rosal de rosas azules a los pocos días de la muerte de Chuky comenzó a secarse.
Y tomé una decisión.
Trasplante el rosal donde descansa para la eternidad mi amado Chuky.
Todos nosotros, quien lo conocimos y lo disfrutamos, fuimos una familia bendecida por el amor de este “animal”, que disfrutamos y quisimos como al verdadero hijo que fue.
Pero todos y cada uno; a quienes nos los regalaron, quienes lo disfrutamos, quienes lo curaron y mimaron, lo tenemos presente cada día de nuestras vidas.
Chuky, gozaste de una vida, plena, feliz, gozando y divirtiéndote a nuestro lado y nosotros al tuyo, entendimos la felicidad de un modo pleno; a partir de tu marcha ya nada será lo mismo en nuestras vidas, dejaste algo inolvidable e imborrable en nuestros corazones, el cariño altruista y la felicidad compartida; te querremos siempre alma efímera que pasaste por nuestras vidas para llenarnos de amor.
Y Chuky estará eternamente en nuestros corazones y descansa cerca de nosotros, para siempre que deseamos verlo.
Allí admiramos el rosal azul trasplantado que volvió a brotar, este al lado de su tumba crece, enérgico vigoroso, como mi perro fue en vida.
Lo hice, porque siempre creímos que le gustaban, él sin sus ojos se iba a descansar al jardín al lado de las únicas flores que crecían allí; una rosas de ese color.
Para Alba, mi hija
"Él es tu amigo, tu compañero, tu defensor, tu perro. Tú eres su vida, su amor, su líder. Él será tuyo siempre, fiel y sincero, hasta el último latido de su corazón. A él le debes ser merecedor de tal devoción."
Chuky compartió todos y cada uno de los instantes de mi vida y de los míos, desde los más peques hasta los ya mayores, a todos y a cada uno de nosotros nos dibujó una sonrisa en los momentos más tristes.