El sillon de martha

 

           Cuando  la noche releva al día en su diario quehacer, esta, es mi gran aliada; en mis pensamientos y en mis “torturas”, me gusta pensar, leer, sentir y recordar, esas noches pasadas y no vividas; pero que nunca, nunca jamás, deseo, quiero, y podre, olvidar.

 

El sillón de Marta

         -Tuvo que recorrer media España para encontrar un hogar donde realmente descubrió la felicidad, media vida esperada. Allí  tuve el placer de conocerla.

-Oye; en el piso vivimos tres, pero el sillón es exclusivo de Marta; tomaremos café en la mesa sentado en las sillas.

- Sera un placer conocerla, conteste yo.

-Nada más verla quede, quedamos, prendados de sus ojos; locamente bellos, tremendamente sinceros, colmados de una ternura infinita, débilmente llenos todavía de recientes recuerdos amargos.

-Ahora era feliz en su universo; un mundo de dos metros de largo por uno de ancho, era su sillón, situado en un piso, henchido todo él de amor, lleno de alegría, tranquilidad y seguridad.  

-Marta nos recibo alegremente, pero al mismo tiempo expectante y asustada de que le invadiéramos su territorio; ¿verdad Willy?.

 -Nada más vernos, rápidamente se volvió “adueñar” de su pequeño territorio; su sillón, y de ahí no bajo en todo el tiempo que duró nuestra primera visita, solo motivada por la curiosidad de conocerla.

-Y pasaron los días y volvimos a visitarla, “llenos” aun de la primera impresión que nos causaron sus ojos, unos ojos todavía incrédulos, por el daño que le habían causado durante un tiempo interminable, quien un día ella creyó que era su amigo; un cazador.

-Ahora Marta, rebosaba salud, placidez y bienestar en su sillón, observando  durante interminables horas todos los días del año, ya iban para tres, al lado de su “dueña”, amiga, y compañera, a la que escrutaba constantemente clavetear las teclas de un ordenador, al cual dentro de una narrativa muy particular y rebosante de atractivo;  esta le “sacaba” historias incrédulas, llenas de compasión, ternura, alegría, pasión, dulzura, sensatez…….

-Ella; Martha, asi, era feliz, un sosiego deseado durante media vida y que por fin encontró al lado de alguien dulce, que no entendía de maltratos, ni de maldad, de avaricia, ni de rencor, y que toda ella solo era bondad.

-Sus tres paseos diarios, una tranquilidad añorada, gran ternura y un amor infinito y desbordante, eran volcados constantemente hacia ella, sus ojos, empezaban a destilar lágrimas de alegría.  

-Cuando conocí a Marta, tenía una pata rota, y ojos de haber vivido la tortura; me detalló, había estado al borde de la muerte. Fue rescatada de una perrera donde en unos días iban a sacrificarla. Cuando llego a casa, y sin casi saludarme, fue directamente a su mundo elegido; su sofá, se pasó toda su primera noche conmigo, vomitando, sin dormir.

-¿Nunca has recibido ni una mínima muestra de cariño, verdad?. ¡¡¡Yo te lo daré a borbotones¡¡¡

-Su vida se contaba por días, ahora creo que los pronunciaré por años.

- Yo pienso que es algo autista, me remachaba constantemente quien compartía todos sus momentos de trabajo, ocio y placidez, para compensar así una felicidad,  tantos años añorada por la galga maltratada.

 - Y participamos en paseos, risas, algunas carreras y muchas miradas furtivas, de esa galga que nunca miraba de frente.

Eso si nunca compartimos su sillón, este era su particular trocito de mundo.

- Lo ves; me seguia insistiendo, ¿ no es algo autista ?

-No; en absoluto, le respondía yo, es miedo, todavía no tiene la certeza de que esto durara siempre, tiene una mirada ausente, no es autista, es una mirada apenada, de ahogo, recelosa, de ansiedad, e incrédula, ha sufrido demasiado, y sigue sin entender el porqué.

Y Willy la miró, pero Marhta no compartió su sillón.

-En otra de nuestras “rutinarias” visitas a la galga que nos había cautivado a  Willy y a mí, observamos que en el vestíbulo del piso, donde Marta compartía sonido de teclas y paseos insaciables, alguna ropa colgada y maletas medio llenas de diferentes objetos, aguardaban en el pasillo del mismo su turno de despedida.

-Nos vamos a la costa, se adelantó a comunicarme la escrutadora de letras, “rompedora” de teclas, e inventora de historias imposibles; me gusta el mar y Marta estará allí mejor.

- ¿Que haremos sin ella, le pregunté?

-Puedes venir a visitarnos cuando lo desees; eso sí con una condición; Siempre has de hacerlo con Willy.

- La tristeza se adueñó al instante de nosotros, y Willy deseó en ese momento marcharse; y así lo hicimos, no sin antes despedirnos de la galga de ojos vidriosos, y llenos de felicidad demorada, con un regalo; iba a ser nuestra merienda, compartida por los cuatro;  pero en ese mismo momento nos habíamos quedado inapetentes.

-Marta sació su apetito ese día con una suculenta tortilla de patatas que le “done” al socaire de la mala intención por “abandonarnos”.

-Y Marta se apartó de nosotros.

- La extraña sensación de no tenerla cerca, se sosiega por el equilibrio que intuimos que Marta será feliz allá donde vaya, porque tendrá a su lado un alma bella, de ojos serenos y mirada tierna; la “inventora “de letras, mediante teclas, la cual, una vez perfeccionada su obra, te parte el corazón con la belleza de su tarea concluida, para deleite de sus leedores,  una labor, que al lado siempre de Marta, apura hasta el último suspiro. 

- Y aunque a  Marta, la galga de mirada susceptible, seguimos día tras día añorándola, sabemos que nunca más será maltratada.

-Y a Willy;  - como cada madrugada reposando a mis pies; le comenté:

-¿Sabes? Desearía hacer mía una máxima; 

-“Prefiero vivir en mi locura, porque si vivo en esta realidad, cabe la posibilidad de volverme loco”.

Anónimo