Los Núñez de Arenas

 

 

 

Escudo de armas del Sr: Nuñon de las Grandes Arenas

 

LO QUE EL TIEMPO ATESORO

 

Y relataba la leyenda..

 

Que allá por el año 711 y bajo el caudillaje de Tarik, clanes del desierto reunidos a tal fin, invadieron la península ibérica, para pocos años más tarde conquistarla casi en su totalidad, en dicha penetración un guerrero se destaco por sus grandes dotes el ala lucha contra el infiel, le llamaban: Ali -der-Haibd.

¡¡¡.  El rey visigodo Don Rodrigo fue derrotado en la batalla de Guadalete; comenzaba la conquista y ocupación, de lo que en su día y durante más de siete siglos, recibiría el nombre de Al -Ándalus. 711-1492.

Y las posteriores generaciones lo vinculaban y decían de el, que sus antepasados provenían de allá del otro lado del mar, de los grandes desiertos donde todo lo cubre la arena, su madre una tuareg, su padre un jefe beduino, cuando no tenía la edad todavía para acarrear el agua en camello, se incorporó a las numerosas hordas que al mando de Tarik se unieron para invadir la península ibérica, y expandir la religión de su dios; ¡¡¡Ala!!!

Al poco tiempo Ali-der Haibd se convirtió en uno de los grandes favoritos de  Tarik, por su arrojo ante el enemigo y  gran valentía, al infligirle en sus propios campamentos, grandes pérdidas humanas y de avituallamiento; todos deseaban estar bajo su mando.

Y así se consumieron los siglos, y emergieron las nuevas generaciones descendientes de ese gran caudillo y guerrero, llamado, Ali-der Haibd,  n que lucharon, e inculcaron su cultura y saber a ese nueva tierra, bendecida por ala, todo por su religión, por su dios, entre ofensivas, conquistas, contiendas derrochadas y territorios ganados, treguas sin sabor, pactos incumplidos hatillos de podredumbre y ante todo; sangre, inconmensurable sangre.

 Y  uno de los incontables hijos habidos de los descendientes de ese gran guerrero, llamado Aldi-er - Haibd, fué el padre de Nuñon; Alder Haib.

Esta es la historia de mis antepasados, la historia de un apellido, hasta donde alcanza la memoria.

 Allá por el año 1206,  Alder Haib, comenzó una relación absurda y por   tanto desatinada para aquellos tiempos; se enamoro de una esclava   cristiana, de su relación naci. Ella nunca renuncio a la fe de sus   antepasados  y al cabo de los años, por su no conversión a la verdadera   religión, el Islam el propio Califa Almohade Al-Nasir, mando ejecutarla. 

 Poco tiempo después el Castillo de Salvatierra caía en manos cristianas

 Se formo intensa, y  militarmente al lado de su padre, participó al lado del mismo en pequeñas razzias que alternaban en la vanguardia del frente, su valentía nunca fue puesta en duda.

Alder Haib, nunca perdonó a su gran señor la ejecución del único  amor de su vida y pese a su inconmovible fe hacia el profeta y su admiración por Al- Nasir, este cayó en desgracia por no compartir la estrategia de algunas  batallas contra los infieles; y en una de las noches más oscuras que resuenan en los tiempos, degolló al guardián de su jaima y huyo con su hijo, este ya tenía 13 años,  se entregaron a los que hasta ahora había combatido, batallado y degollado.

Y fueron encerrados en la más lúgubre celda del castillo que habían intentado conquistar en desiguales ocasiones.

Cuando soñaba que el tiempo no transcurría ni la muerte le llegaba, la puerta se abrió, para ser trasladado, a lo que él creía que iba a ser su final.

¡¡¡Únete a nosotros para combatir a tu pueblo, bajo juramento y salvaras la vida¡¡¡.

Era el rey de los cristianos, quien le exhortó, con voz grave e inconmovible.

¡¡¡Nunca combatiré contra mi dios ni contra quien fue mi señor, Tarik¡¡¡.

Quítame la vida, pero perdona la de mi hijo, combatirá a tu lado lleva sangre cristiana, te será fiel.

Y mientras recitaba el Corán, la cabeza le fue desgajada del tronco.

Y a este, al hijo de Alder Haib,  en  su bautismo le impusieron de nombre Nuñon.

Años convulsos, guerreros, sangrientos, de alabanza a Dios, cada bando lucha y mata sin piedad, muerte mirando bajo un infame 

y a veces despotricado al sol, e invocando otros, cuando  la luna le exigía  paso.

Sus descarnados muros de silueta inconfundible se resisten al paso del tiempo como testigos evocadores de hazañas legendarias teñidas de guerra oración y esperanza.

“Santiago y cierra España ¡¡¡” los unos;  ¡¡¡Ala es el más grande, el misericordioso¡¡¡ los otros, es el grito que abruma y ensordece a los que combaten y mueren por El, de uno u otra partida, caballeros engrandecidos en su nobleza y peones muertos en los campos sangrientos de sembrados quemados y bosques yermos, todo por la alabanza a su Dios, cada cual, al suyo, a su verdadero Salvador.

¡¡¡ Muerte al infiel¡¡¡

Gritos que desesperan y asustan, espadas en ristre, relinchos de caballos. El día se va tiñendo de gris, los campos de sangre, la luna amanece roja, y se retira triste y 

llameando lágrimas, todo es horror, gritos, angustia, lamentos, huérfanos, viudas, humillación, violencia y tristeza, todo por un dios;  por mi Dios.

Y las guerras al sol y los amores en las alcobas.

El Sr Nuñon de las Grandes Arenas, noble por apellido e historia de sus antepasados, era uno de los que combatía en la línea del Tajo, junto s su rey en la Orden de Calatrava, por aquel tiempo encargada de la defensa de la fortaleza del mismo nombre, lo hacía bajo la lluvia de un tremendo e incansable sol castellano y  cuando este menoscababa su poder, y se podía permitir una licencia en el combate, el mismo, se retiraba a sus aposentos privados, donde un tropel  de criadas le agasajaban y servían; “ para el mejor descanso del guerrero” el que trasladaba la paz a esas tierras  siempre  en constante convulsión y plagadas de razzias.*


Pero su escudo, que incesablemente  descansaba a un lado de su lecho, le recordaba constantemente  cual era su lema, su inquebrantable voluntad de   vida:   Uno: MI DIOS, MI REY, MI HONOR.

Atribulado de contradicciones intentaba conciliar el sueño, mientras  rumiaba;   “droit de seigneurdroit de seigneur,   droit de seigneur” **

 

¡¡¡Él era el señor, y todos le debían obediencia.¡¡¡

Aunque en su escudo lucia la leyenda con el lema; Uno: MI DIOS, MI REY, MI HONOR. No en el, todo era nobleza, un corazón atravesado por una espada lucia brillante en el mismo, junto a la cruz de la Orden de los Calatravos. Bañada en oro, sus fulgurantes rayos al sol era lo más rápido que oteaban los sarracenos en el horizonte, este aterraba veladas turbaciones a los moros, siempre temerosos de encontrarse de frente con el Noble Nuñon de las Grandes Arenas.

Tímida, elegante, acuosa, andares finos como el terciopelo, rezumaba sensualidad por todos los poros de su piel, ella era Consolationem, una de sus criadas, pero la más distinguía de todas,  ojos color zafiro, era su preferida; debía poseerla

Y no se resistió a la  codicia, y se rindió ante el pecado de la lujuria de poseerla como les sometía el ánimo de engrandecimiento de conquistas de tierras a los infieles.

Pero las leyes de su Dios, y las de la guerra, no le permitían desposarse con ella, aunque la amaba, así como su esposa le era cumplidamente insensible a sus encantos, desde el mismo día de su matrimonio, con ella le habían “forzado” a contraer matrimonio para engrandecer su poder, no lograba tener descendencia.

Y Consolationem, fue apartada de la corte, y quedó relegada a una porqueriza, cerca de unos espaciosos y abundantes  enjambres de abejas, que sostenían con su miel las necesidades de los combatientes en su lucha diaria, a dicha pedanía le llamaban mucha-miel, cerca discurría un gran rio que amansaba sus tierras, al que los árabes llamaban, Azuer.

Y allí apartada del mundo  y de todos, Consolationem, se dedicó a cuidar cerdos; en dicha pocilga alumbro a un pulcro y hermosísimo niño, pero natural e ilegitimo, a ojos  de la población; A ella  le empezaron a llamar Vil;    pues mancillaba el nombre del señor de la villa, por expresar que era hijo de Don Nuñon de las Grandes  Arenas.

Y su espada golpeo el suelo ensangrentado, de odio y maldad, sangre y sin piedad.

 Sus ojos de espanto creyeron ver, nubes y soles, sangrientos; se desplomó, no supo ni le dio tiempo a reaccionar y saber lo que le ocurrió, una saeta cruzo el cielo, y desoriento a ese  escudo, que infinitas veces le salvo, la sagita  exhibiendo su destreza, le desgajo por la mitad el corazón. 

Don Nuñon de las Grandes Arenas, sucumbió batallando, defendiendo, a su Rey, su Dios y su  honor; como toda su vida ambicionó, morir como lo que era, un guerrero de Dios, un  hermano de la Orden de los  Calatravos.

Los tres alférez que le cobijaban de los posibles mandobles y saetas enemigas  observaron con terror como su señor se desplomaba junto con su aliado y fiel montura.

El señor de ataques inmisericordes y  despiadados contra los infieles, poseedor de un valor incuestionable, abandonaba su honor y a su rey para ir a unirse con su Dios.

Una noche importunada en nubes, atronadora y maligna, colma de un cielo abrumado de truenos y relámpagos le despidió hasta la eternidad.

La bolsa con un crucifijo y un pergamino le fue retirada antes de ser amortajado para ser velado en la más inmensa bruma, de la sala de la torre del homenaje del castillo de que era poseedor.

Don Nuñon de las Grandes Arenas, murió sin descendencia

La espada reposaba entrelazada en sus manos, junto a él, en su tumba rindiendo homenaje póstumo y eterno al gran guerrero que un día fué, quien yacía en ella para la perpetuidad.

Los enseres personales de Don Nuñon reposaban al lado del lecho donde exhalo su último suspiro.

Un crucifijo, unas monedas y un pergamino era todo lo que contenía el hatillo de su  señor.

Don Nuñon de las Grandes Arenas era dueño de un inmenso territorio, un día su Rey y señor en agradecimiento de los servicios que le prestaba y grandes victorias que acumulaba contra los infieles, le reto desde el campamento donde reposaban después de terminado otro día de lúgubres y avasalladoras batallas, que  dispusiese cuatro jinetes y eligiese otros cuatro alazanes hacia distintas direcciones, al finalizar el día lo recorrido por cada corcel y jinete, si seguían  vivos, serian los límites de su poder. Uno y el más veloz  fue el que montaba él, en sus continuas luchas contra los infieles; Tosco.

Y dieron fe del pergamino y se hizo su voluntad tal y como había ordenado su señor;

Don Nuñon de las Grandes Arenas.

La niña solo conocía un mundo muy peculiar, aislada de todo los demás seres humanos su único amor era el de su madre, y la compañía de los animales que habitaban su granja, cuidaba y quería, a estos, además le proporcionaban sus  juegos diarios.

En este, su mundo ellas se hallaban radiantes, eran felices.

No deseó nunca cambiar el mundo en el que habitaba, la bastaba con su hija y sus animales, por ellos renuncio a títulos y prebendas, pero no a la herencia material que por linaje le correspondía.

Y Tosco, a partir de ese momento retozo de una nueva y desconocida vida para el, donde todo era paz y descanso, sueño y alfalfa, nunca volvió a ejercitar de caballo de guerra, ni escuchó chillidos desgarradores, ni olio de nuevo a muerte y flemas sanguinarias hasta el fin de sus días, solo conoció la paz proporcionada por las dos mujeres en las que el odio nunca  se divulgó por su piel, e impregnó su alma. Y así un día cualquiera se durmió y no despertó, pero siguió desde el cielo de los caballos,  junto con su antiguo amigo y señor, aguzando, como los hombres, allá en la tierra, seguían peleando, desnucándose, y como se desmembraban los huesos y desgarraban su alma, todo en nombre cada uno de su Creador, en ese vergel que un día, El les proporcionó para que gozasen, se complaciesen y recreasen de paz y felicidad, y que los mismos habían convertido en un averno.

Y lloró, eternamente como lo hace un caballo. 

Ella, con una niña de ojos verdes bosque a su lado,  siguió los dictados de su conciencia, engrandeció su granja para recoger caballos heridos en las batallas que continuamente seguían produciendo los hombres, y repartió su fortuna entre viudas desvencijadas, soldados mutilados y paupérrima  muchedumbre.

Conservo su apellido, por recuerdo a un amor nunca correspondido, pero renegó de pasar a formar parte de la nobleza, para que en los siglos y  generaciones futuras nunca olvidasen la deshonra sufrida, por un noble de los que se decían tenían; sangre azul.

Y los tres vasallos, como guerreros, luchando al lado de su rey, y dos doncellas extendiendo la granja de animales, de la hija de Consolationem desarrollaron la pedanía de mucha-miel, hasta convertirse, en frontera natural de retaguardia y descanso de los guerreros, que un día reconquistaron el último reducto de lo que fue Hispania; el reino de Granada.

Y las generaciones futuras de Don Nuñon de las Grandes Arenas, desfilaron y fundieron apellidos, y fueron grandes guerreros al lado de su Rey y señor, conquistando tierras y súbditos a los infieles y su gloria se agrandó, con la conquista de la última tierra que poseían los moros; la ocupación de la taifa de Granada, ellos fueron de los primeros caballeros en entrar triunfantes en la Alhambra.

Y siguieron los tiempos y las épocas pasaron, los días innobles decayeron y los años resistidos, pero los siglos venideros no durmieron y atesoraron los genes y perduraron el apellido, y se conservó el amor por los parias de la tierra, y la protección hacia los animales, y se defendió a la Hispania del futuro con la palabra y las armas, pero decayó la fe en su rey, en la testa del mismo, ya no sacramentaba esa corona que un día relumbró en la de sus antepasados, con la jactancia y dignidad que estos la llevaron, y acarrearon,  que ellos siempre a su lado supieron defender y luchar junto a su rey y señor, bajo el mismo cielo, con el mismo lema y escudo, Uno: 

MI DIOS, MI REY, MI HONOR.

* Razzias. Incursiones árabes a los diferentes enclaves de cristianos en la época morisca en España.

* *Derecho de pernada .El término Derecho de Pernada se refiere no ya a una prebenda legal, sino a una práctica histórica de abuso sexual sobre la servidumbre, no de un derecho, sino de un hecho social.

 Y  de ahí proviene mi apellido Willy; Núñez de Arenas. Romántico, guerrero, animalista, fiel, extrovertido, creyente, y noble de corazón.

Un pensamiento del Gran  Don Quijote:

“No hay que tener envidia  a los que los tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista y la virtud vale por si sola lo que la sangre no vale”

               Las 4,13 de la madrugada; Willy a mimir, seguiremos otro día con el segundo de nuestro linajes, otro  de esos días inmisericordes, atroces, y a veces altaneros, atiborrados de aventuras que el devenir de los tiempos marcaron las huellas que hoy  poseemos y exhibimos. Pero esa es otra historia.

 

Toledo  a 1 de Setiembre del año del Señor de 2017