Soledad Esponjosa
Soledad esponjosa
En la soledad de mi habitación, teniendo como techumbre un cielo plagado de estrellas y como única compañía unas hojas que no paran de marchitarse, por fin he comprendido que soy un hombre de mensajes absurdos, tétricos, incomprendidos para la mayoría a los que iban dirigidos. De los que naturalmente estoy exento.
Desde la soledad de mi tribuna, afirmo que soy un hombre engreído en su propia sabiduría que nadie cree en él ya, se mantiene artificialmente en unos cimientos apoyados en arenas movedizas.
Observa que le son devueltos por el mar, uno tras otro, el océano sabio él, se los devuelve por no ser escuchados, por los oídos a quien van dirigidos. Nada inspiradores, falseados, egocéntricos y alejados de la realidad, unos mensajes invertebrados que solo me sirven a mí propio yo, y a mi absoluta verdad.
Nada evocadores, de una autenticidad que solo yo deseo que asuman. Surrealistas, vacios de contenido, que empecé a escribir en mi juventud barbilampiña, y que he comprobado que se vuelven hacia mí como un boomerang, y me afean el rostro como la barba cruel, despiadada y no querida que debo soportar.
Escritos desde mi trono de papel, deseaba fuesen asumidos por mis súbditos.
Creí que el pueblo, ese al que, subyugué constantemente por creerlo de mi propiedad, ignorante, e inculto, aceptaría las mentiras que anoté en unos escritos en el aire, después de aspiraciones de líquido inflamable para mi estomago en noches soterradas de lujuria mentirosa que me proporcionaron mujeres escabrosas por ser quien soy.
Ahora comprendo que mi trono, mi isla, esa construida únicamente para mí, es solo de papel, que en cuanto arrecie el viento, la hará añicos y se hundirá quedando un solo islote frágil, que a la mas mínima sacudida del mar lo hundirá para siempre y terminare así, siendo solo un diminuto recuerdo en la mente de cualquier mortal.
Pero yo seguiré escribiendo mensajes, todavía me quedan botellas donde mandarlos y súbditos que los lean por sus propios intereses.
Manu & Willy