Todo podria suceder
Falcó
Él tuvo la oportunidad de seguir de espía, pero desterró de nuevo ese sueño que ya duraba demasiado tiempo y optó por una radical trasformación de su vida. Esta era placentera, aunque llena, y atiborrada, de pruebas constantes y continuas de sudor y miedo, que para algunos sería insuperables e insostenibles de vivir. Su día a día era una continua mentira, para él y para todos los que le rodeaban.
Engreído, arrogante, sabedor de sus cualidades físicas y mentales. Estaba orgulloso de su cuerpo. Una estatura que no pasaba desapercibida para ellos, ni para lo que más le interesaba a él, para ellas. Las había utilizado cada vez que se veía en apuros para sus fines. Guapo, altanero, elegante, el bigote del que presumía no le sobresalía de su labio ni medio centímetro. Eso le daba elegancia, pensaba. Para alguna ocasión pajarita a lo Dandi. Usaba sombrero de fieltro, caído hacia un lado, para disimular la mirada intrigante que día a día destilaban sus ojos y al mismo tiempo, usarlo para, con disimulo observar lo observable y disimilar lo disimulable.
Como hacía antes de cada viaje, su pulcritud en todos los aspectos no debería ser descuidada en ninguno de sus detalles. Le iba la vida en ello. Maleta, tres mudas completas, dos camisas azul cielo con el cuello y puños almidonados. Dos trajes de pantalón de tubo y chaqueta cruzada, de diferente color, utensilios para la higiene personal y tres tarritos de cafiaspirinas para su eterno dolor de cabeza. Documentación falsa.
La siguiente misión era como en los últimos años en el bando de los rojos. Le habían asignado una muy especial por la que la guerra podría dar un cambio radical, hasta posiblemente acortarse en el ya dilatado tiempo que duraba, para la cruzada de los nacionales.
Cruzó por Córdoba las líneas enemigas. Operación clandestina en la ciudad de Alicante.
Pero por primera y única vez no iba a cumplir las órdenes de sus superiores. Su destino sería uno completamente diferente, y para siempre. Ya estaba cansado de esa, su vida. Espía, mujeres, dolor, asesinatos, muerte.- ¡Desapareceria!
Ya en Murcia, se movió ajeno al peligro por los diferentes trenes, enlazando una ciudad con otra, hasta volver de nuevo a las líneas nacionales. Burgos, su destino final.
No le iba la vida que había elegido para el futuro, lo suyo era el peligro constante, pero pensó; “Toda una vida, es solo un latido en el cielo. Vayamos a buscarlo.
Se entendió en latín con el padre que salió a recibirle a las puertas del monasterio. No hubo preguntas de su vida anterior.
-Los cartujos nos dedicamos a lo que tradicionalmente se llama “vida contemplativa”, le escuchó decir al padre.
Se le asignó una celda de pocos metros cuadrados, con jardín particular, allí podría criar sus propias hortalizas. Esa sería su vida durante el resto. Y leyó: “Stat crux dum volvitur orbis” Siguió leyendo: “La vida eremítica, el diario caminar por el desierto, característico de la Cartuja, va haciendo al monje una persona sencilla y pobre, es decir, no espera de la vida algo que no sea de Dios.
Y llamaron a laudes.
Manu & Willy